ANÁLISIS: Aunque el Viejo Continente descristianizado parece estar volviéndose irrelevante en vista del actual desplazamiento del liderazgo de la Iglesia hacia el hemisferio sur, sus cardenales mantendrán, no obstante, un papel clave en las próximas deliberaciones.

Cuando entren en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor al trono de Pedro, los cardenales europeos llevarán sobre sus hombros una pesada responsabilidad por el destino de su continente, que se enfrenta a desafíos sin precedentes desde la Iglesia de los primeros siglos. En un momento en que algunos postulan que Europa podría perder relevancia debido a la creciente prominencia del Sur Global —donde la Iglesia crece con mayor rapidez—, sigue siendo, como su centro de gravedad institucional y teológico, un actor clave en el resultado del cónclave.

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Dado que actualmente 53 de los 135 cardenales electores provienen de Europa (un tercio de los cuales son italianos), sus prioridades y preocupaciones colectivas influirán no sólo en la elección del próximo Papa, sino también en la dirección de la Iglesia en un mundo que cambia rápidamente.

Sin embargo, cada vez es más evidente que el bloque europeo ya no está unido. Las divisiones sobre el legado de las reformas del Papa Francisco y la respuesta de la Iglesia a las diversas manifestaciones del secularismo reflejan profundas divisiones culturales y teológicas. Los cardenales europeos se enfrentarán a un difícil equilibrio: preservar las enseñanzas y la identidad tradicionales de la Iglesia y, al mismo tiempo, adaptarse a las nuevas realidades sociales.

Abordar el secularismo, el abuso sexual y las divisiones en la Iglesia

Una de las preocupaciones más apremiantes para ellos será el secularismo generalizado y la drástica pérdida de influencia religiosa en Europa. Antaño corazón de la cristiandad, Europa cuenta ahora con países donde quienes afirman no tener religión son mayoría. La asistencia a Misa ha disminuido drásticamente desde la década de 1970, y la influencia moral de la Iglesia en la vida pública ha quedado prácticamente anulada, especialmente en países como Francia y Alemania. La necesidad de abordar los crecientes desafíos a las instituciones religiosas y la libertad religiosa en estas sociedades seculares, donde los movimientos provida operan legalmente pero se enfrentan a una creciente presión social y política que amenaza su participación en el discurso público, podría ser una prioridad clave para muchos de ellos.

Estas alarmantes tendencias van acompañadas de un nuevo y significativo fenómeno: el espectacular aumento del número de bautismos de jóvenes adultos durante las celebraciones de Pascua en algunos países del Viejo Continente, entre ellos Francia, Inglaterra y Bélgica. La necesidad de acompañar adecuadamente este fenómeno para que dé frutos a largo plazo no debería pasar desapercibida para los cardenales electores, sobre todo considerando que los obispos de Francia acaban de anunciar la celebración de un concilio provincial para afrontar los retos de los nuevos catecúmenos a partir de Pentecostés de 2026.

Los cardenales buscarán un pontífice capaz de inspirar el respeto de los líderes europeos y de dirigirse a las generaciones más jóvenes en busca de referentes morales e identitarios, de un modo adaptado al lenguaje y a los códigos actuales.

Además, la crisis de abusos sexuales sigue siendo una grave herida en la Iglesia europea. Los escándalos en Alemania, Francia, España, Bélgica e Italia han dañado gravemente la confianza pública. Si bien el Papa Francisco introdujo algunas reformas, muchos cardenales europeos creen que se necesitan medidas más decisivas. Algunos impulsarán una mayor transparencia y rendición de cuentas, mientras que otros podrían ser más cautelosos al abordar reformas estructurales más profundas, por temor a que puedan crear un clima de excesiva sospecha y, en última instancia, socavar el sacerdocio y la autoridad de la Iglesia, o incluso poner en peligro el secreto de confesión.

La cuestión de la unidad duradera de la Iglesia Católica también fue planteada por el reciente Camino Sinodal Alemán (2019-2023) y los planes para convertirlo en un consejo sinodal permanente, que cuestionó algunas enseñanzas doctrinales fundamentales de la Iglesia sobre la sexualidad, la ordenación femenina y la predicación laica, lo que generó tensiones con el Vaticano. El Sínodo de la Sinodalidad, iniciado por el papa Francisco entre 2021 y 2024, ha revelado aún más las crecientes divisiones entre los obispos europeos sobre el grado de autoridad que las Iglesias nacionales deben tener en la configuración de la práctica católica, lo cual será otro motivo de preocupación ineludible.

Al mismo tiempo, la redefinición de los movimientos políticos en curso en toda Europa, marcada en particular por el surgimiento de partidos populistas de derecha, sin duda tendrá un impacto en la vida de las Iglesias nacionales. Dado que muchos de estos nuevos líderes afirman abiertamente su fe cristiana y su simpatía por la Iglesia Católica, muchos cardenales podrían inclinarse a elegir un Papa que pueda dialogar hábilmente con ellos y así mantener la influencia de la Santa Sede sin comprometer su independencia y universalidad.

Por último, tendrán necesariamente presente la futura aplicación del motu proprio Traditionis Custodes, que impuso severas restricciones a la celebración de la Misa tradicional en latín. Esto ha dado lugar a muchas tensiones entre la jerarquía de la Iglesia y las comunidades locales, que a menudo están formadas en gran parte por jóvenes: el futuro del cristianismo.

3 bloques principales

Estas dinámicas contrastadas han fomentado el surgimiento de tres bloques principales que darán forma al enfoque de los cardenales electores de cara al cónclave.

El bloque reformista o "pro-Francisco" busca la continuidad del enfoque pastoral del Papa argentino, centrado principalmente en la misericordia, la justicia social y el diálogo interreligioso. Este grupo está abierto a reformas en temas como la inclusión de las parejas del mismo sexo, el acceso a la comunión para las parejas divorciadas que se han vuelto a casar y una mayor participación de los laicos. También favorecen una mayor promoción del ecumenismo y el diálogo con el islam. Cardenales como el italiano Matteo Zuppi, el portugués José Tolentino de Mendonça (también prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación), el francés Jean-Marc Aveline y el polaco Grzegorz Ryś se encuentran entre ellos. Es probable que presionen por una mayor implicación de la Iglesia con la sociedad moderna.

El bloque conservador, por otro lado, prioriza la claridad doctrinal y la coherencia moral sobre la flexibilidad pastoral. Este grupo ve con cautela la descentralización y la evolución doctrinal, considerando estos cambios una amenaza para la unidad y la autoridad histórica de la Iglesia. Probablemente abogarán por una aclaración y una revisión de los diversos motu proprios del Papa Francisco, que han sido percibidos como confusos por parte de la Iglesia institucional y los fieles, como señaló recientemente el vaticanista italiano Andrea Gagliarducci. Cardenales como Gerhard Müller de Alemania, Péter Erdő de Hungría o Wim Eijk de Holanda representan figuras destacadas en este grupo.

Un bloque final, que podría definirse como los estabilizadores institucionales, se centra en la gobernanza y la estabilidad interna del Vaticano. Este grupo busca equilibrar la tradición y la flexibilidad pastoral sin introducir grandes cambios estructurales. Cardenales como el italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado de la Santa Sede; el suizo Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; y el italiano Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, se ubican dentro de esta facción. Ya sean progresistas o conservadores, estos perfiles se consideran esencialmente pragmáticos y probablemente apoyarán a un pontífice capaz de unir a las diversas facciones dentro de la Iglesia y restaurar la credibilidad del Vaticano sin introducir reformas disruptivas.

Un bloque final, que podría definirse como los estabilizadores institucionales, se centra en la gobernanza y la estabilidad interna del Vaticano. Este grupo busca equilibrar la tradición y la flexibilidad pastoral sin introducir grandes cambios estructurales. Cardenales como el italiano Pietro Parolin, actual Secretario de Estado de la Santa Sede; el suizo Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; y el italiano Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, se ubican dentro de esta facción. Ya sean progresistas o conservadores, estos perfiles se consideran esencialmente pragmáticos y probablemente apoyarán a un pontífice capaz de unir a las diversas facciones dentro de la Iglesia y restaurar la credibilidad del Vaticano sin introducir reformas disruptivas.

Preservar el peso institucional de Europa

Es probable que los cardenales europeos con derecho a voto, 17 de ellos italianos, se esfuercen por mantener su influencia en el gobierno del Vaticano, ya que un nuevo Papa del Sur Global podría consolidar aún más el cambio cultural iniciado por el Papa Francisco. Su reto será, por lo tanto, encontrar un papa que pueda preservar el peso institucional de Europa sin comprometer el creciente impulso del Sur.

Aunque el próximo Papa no sea europeo, el voto de los cardenales europeos tendrá un peso significativo. Buscan, como nuevo sucesor de San Pedro, un hombre capaz de reforzar la claridad doctrinal y restaurar la credibilidad de la Iglesia, a la vez que responda a las nuevas realidades sociales y políticas sin distanciarse de las facciones clave. Es probable que ningún candidato cumpla todos estos criterios, pero las prioridades de los cardenales europeos influirán considerablemente en la agenda del próximo Papa. Hay mucho en juego, ya que una pérdida de influencia europea consolidada con el tiempo podría cambiar definitivamente la faz de la Iglesia universal.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.